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Siempre he creído en la longevidad y en el poder que esta te otorga con el paso del tiempo. Hace un par de días, un amigo me dijo que el único motivo por el cual le gustaría ser viejo sería para poder excusar cualquier muestra de altanería en su vejez “¡Déjame pasar!, yo ya estoy viejo”. A mí me gustaría llegar a ser viejo porque seguramente sería el tipo de anciano cuentacuentos, de esos que no pierden oportunidad para contar historias de antaño a los más jóvenes. Muchas de las mejores historias nacen entre 4 paredes y dos personas, a veces en cuartuchos de 6×6 y a veces en cuartos de hotel con una vista de película. Las paredes viejas guardan historias que se quedan con nosotros y de cierta forma nos definen y nos hacen recordar momentos, historias que tal vez deban ser contadas y muchas veces lo son. El tema, es el chicle más masticado desde el inicio de la civilización: el amor y sus consecuencias.

La eterna pregunta del “¿Y si hubiera…?” que nos acompaña después de tomar cada decisión importante en nuestras vidas ayuda también a darle vueltas a nuestra cabeza y generar más historias, y tal vez a ensalzar viejos recuerdos con un poco de optimismo, pero como todos sabemos, el “hubiera” no existe.

En pleno 2014 la gente sigue cometiendo la estupidez de enamorarse, la misma mala decisión que nos hace escuchar o escribir canciones para hacernos sentir un poco mejor o más miserables. Lo cierto es que es una mala decisión que no se puede evitar. La idea de la belleza a la que casi todos estamos sujetos, va muy de la mano con este ideal del amor y la perfección, y existe el camino fácil plagado de dulces melodías, labios rosas y la certeza construida con promesas de que todo va a estar bien. Y existe otro, el que con imperfecciones, errores y terquedades sucede. El camino aferrado, dispuesto a dar cada palabra y momento a cambio

de una tarde de intensa felicidad, a sabiendas de que las cosas pueden cambiar en cualquier momento. El camino incierto pero intenso. El camino imperfecto como la gente que decide andarlo, el de las almas libres que tal vez no tengan certeza de donde pasarán la noche, pero vale la pena porque la noche es bonita. El camino de los rostros que no destellan belleza convencional sino arrugas y voz ronca a consecuencia de risas, llantos y noches de borrachera. La imperfección empuja para que la inspiración pueda salir, y con ella nacen leyendas. Y nosotros, los menos aventureros les acompañamos cantando sus canciones con un trago de alcohol.

You told me again you preferred handsome men

but for me you would make an exception.

And clenching your fist for the ones like us

who are oppressed by the figures of beauty,

you fixed yourself, you said, “Well never mind,

we are ugly but we have the music.”

 

Gracias por acompañarnos una vez más y salud por la música.

Tony Solís y el equipo editorial de PÁNICO

 

 

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